Valparaíso y Viña del Mar en la encrucijada del patrimonio e identidad

Caracterizada por una conformación urbanística única adaptada a las quebradas de los cerros circundantes y normalmente comparada con ciudades europeas como Berlín o Portugal, la ciudad portuaria de Valparaíso es Patrimonio Mundial de la UNESCO, por su área histórica de Ciudad-Puerto desde el año 2003.

Las principales características arquitectónicas de la ciudad corresponden a variadas tipologías y estilos, aplicados a construcciones que van desde viviendas muy sencillas hasta edificios icónicos en el plano, pasando por señoriales residencias y viviendas colectivas, hasta la Gobernación de Valparaíso que se asemeja al Ayuntamiento de París.

Pero este logro estuvo casi en entredicho con la visita que realizó la misión de asesoría técnica de la Unesco en noviembre del año pasado, liderada por el jefe de la Unidad de América Latina y el Caribe del Centro del Patrimonio Mundial de la entidad, Mauro Rosi, y el experto internacional Luis Ignacio Gómez.

El objetivo de esta misión fue brindar al Gobierno chileno, a las instituciones nacionales y regionales a cargo, una asesoría técnica que ayudará a orientar futuras prácticas y estrategias de gestión para la ciudad. Algunas de las 31 recomendaciones señalan que se sugiere la ejecución de un plan de gestión integral, participativa y sostenible, como por ejemplo el fortalecimiento de incentivos aplicables a la rehabilitación y recuperación de inmuebles en los diferentes instrumentos de planificación.

Desafíos

Macarena Carroza, directora ejecutiva de la Corporación Municipal de Administración del sitio de Patrimonio Mundial Área Histórica de Valparaíso, historiadora del arte que viene del mundo de la conservación y restauración asumió este cargo hace dos años.

En una entrevista en Radio Valparaíso, identificó que parte de sus desafíos nacen en que “hasta ahora el patrimonio no había tenido una mirada desde el territorio».

«Mi diagnóstico es que la gente no lo vive como propio, es decir, el desafío de tutelar un espacio, nunca lo han visto como algo que les afecte en su vida y en el día a día de las personas. Ellos no lo ven como algo que puede generar un valor en seguridad, en vivienda, como que el patrimonio siempre se ha visto como algo lejano, algo académico y como algo difícil, a lo que no todo el mundo pueda acceder”, explicó.

Más allá de recuperar lo material, para Macarena el desafío es “cómo hacemos que la conservación del patrimonio sea algo vital para los habitantes que están dentro y fuera del sitio y que lo vean como una oportunidad de vincularse con una forma distinta de convivir el espacio público”.

Según la experta, el despoblamiento de algunos barrios del sitio patrimonio lleva a la inseguridad e incivilidades, hecho que está ocurriendo a lo largo del país, pero con una notoria fuerza en Valparaíso y Viña del Mar, lo que ha llevado a ciertas autoridades a emplazar al gobierno para declarar un estado de excepción. “Una ciudad mientras mejor sea vivida por sus habitantes, se convertirá en un lugar que es cuidado entre todos. Pero esto no funciona solamente con las autoridades a cargo, si no que con la comunidad”, relata la historiadora del arte.

La ciudad como reflejo del comportamiento humano

Valparaíso y Viña del Mar son dos ciudades colindantes que han ido transformándose a lo largo de los años; no son las mismas desde sus cimientos, ni desde la década de los años ‘20, ni menos después de los ‘60. A partir de esa época, la ciudad jardín cambió radicalmente su patrón urbanístico, mutando desde una escala reducida de no más de diez pisos a grandes torres de 20 o más plantas -además de una serie de obras públicas de alto nivel, accesible a todas las personas-,cambiando la vista despejada hacia la costa por la interrupción de infinitas estructuras inmobiliarias que hoy son las mismas que caracterizan las calles y costas de la comuna de Concón.

“Las ciudades también son reflejo de los momentos en que las personas están viviendo (…) de alguna manera las ciudades y las comunidades se están sintiendo resguardadas. La estética de la ciudad, el deterioro que tiene Valparaíso y el sitio patrimonio es absolutamente reversible, en el sentido que está deteriorado materialmente pero lo podemos recuperar, están las técnicas, están los recursos, pero lo que es más difícil es recuperar el tejido social, que le dé un valor y una sostenibilidad”, explica Carroza.

Si por un lado, Valparaíso es un patrimonio reversible que puede volver a sus orígenes, según la experta, Viña del Mar no corre con la misma suerte.

“Desde chica, tuve la oportunidad de ir muchísimo a Viña, una ciudad maravillosa con una escala residencial muy hermosa. Pero yo veo que ahí ya el patrimonio es irreversible, o sea ya no existe esa ciudad que yo recuerdo. Esto no es hacer competir a las dos ciudades, pero por ejemplo en Valparaíso podrá estar deteriorado, podemos tener desafíos gigantes pero la ciudad yace ahí, la podemos ver, la escala que tiene la ciudad, los edificios, toda la estructura, todo está ahí. El recuerdo que tengo de mi infancia en Valparaíso versus el que tengo de Viña, esta última ya no lo reconozco y eso tiene que ver con la memoria, ya no nos reconocemos en esa ciudad. Yo creo que Valparaíso no ha sido víctima tan visiblemente de cómo se desarrolló el mercado inmobiliario como sí es posible apreciar en Viña”.

Conservación y restauración

El sentimiento que expresa la experta en conservación y restauración es compartida por varios viñamarinos y viñamarinas, uno de ellos es Federico Cortés, ex Jefe de Zona de la Esso en la época de las petroleras, quien dice que “Viña del Mar está en decadencia desde el momento en que Valparaíso también cayó en lo mismo por el centralismo, en el sentido que Santiago ha acaparado todas las empresas, hasta las navieras se han ido, porque es un centro neurálgico de negocio, no así Viña. Creo que ambas ciudades han perdido mucho con la fuga de todas sus empresas”.

El libro “Viña del Mar Moderna” donde los autores Karla Silva, diseñadora de la UVM, y el historiador Daniel Briones investigaron sobre la arquitectura moderna que se consolidó en las décadas de 1950 y 1960 en la ciudad, destaca que en aquella época “algunas fachadas de las edificaciones de la ciudad representaban una verdadera diagramación y cumplían con aspectos compositivos particulares, como la articulación de sus materiales, la modulación cromática y sus cualidades espaciales».

«Estas características eran testimonio de un pasado particular de la ciudad, del cual es posible reconocer elementos de un sistema urbanístico coherente y a escala humana”. Sin embargo, hoy al observar cómo se fue desarrollando el borde costero y la ciudad en general, da cuenta que la idea de construir un balneario donde convergen lugares para distintas prácticas sociales, culturales y deportivas propias de una ciudad viva, quedó inconclusa, dejando la puerta abierta para siempre pensar y conversar positivamente sobre un mejor futuro para la ciudad jardín».

En línea con lo que plantean, Valparaíso tiene la posibilidad de revertir el abandono de los últimos años y para Viña del Mar el desafío es abrir una conversación urbana que le permita reconstruir las raíces de un desarrollo urbano a escala humana y que le significó un sello identitario que se ha diluido en el tiempo y que sus habitantes requieren con urgencia que retome.


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